sábado, 28 de abril de 2012

(4.) TWD: Separate Ways.


Capítulo 4.
Victoria



“Siempre he estado rodeada de gente idiota. No es nada nuevo. La diferencia, es que antes esos idiotas eran mi jefe, mi novio, mis amigos y amigas y casi cualquier persona que me rodeaba. Ahora hay todavía más idiotas, pero éstos son más peligrosos ya que, a pesar de su aspecto, están deseando morderme. Bueno… ahora que lo pienso siempre quisieron comerme los otros idiotas. Pero no van a tener esa suerte”



El reloj colgado en la pared seguía marcando cada segundo. Tic, tac, tic, tac. Cada uno más eterno que el anterior. En la habitación no había mucho más, tan solo unos sofás arrugados, latas de comida abiertas, botellas de agua esparcidas y dos personas: un hombre y una mujer. El hombre aparentaba tener unos treinta y largos años, ella no debía pasar de veinticinco. Él era calvo, gordo y tenía un bigote muy poblado. Ella era rubia, delgada y tenía una delantera muy poblada. Casi parecían los lados opuestos extremos de la misma moneda. Ambos estaban sentados, en el sofá.

-¿Cuántos días han pasado ya desde que comenzó todo? –preguntó el tipo, sin embargo ella no le hizo el más mínimo caso, parecía perdida en sus propios sentimientos- ¿Es que no me escuchas? ¿No sabes hablar?

Ella no hizo el menor reparo en él. Se levantó del sofá y caminó hasta la zona de las botellas de agua. Agarró una y le dio un buen trago. Luego se acercó hasta la puerta que daba a la salida. Antes de que pudiese hacer nada, el hombre se levantó de un sobresalto, su barriga pareció temblar como un flan.

-¿Qué haces, Victoria? ¿Vas a abrir la puerta con todas esas cosas por el edificio? –preguntó asustado.

-No pienso pasar ni un solo segundo más contigo aquí –dijo Victoria, se giró para verlo a la cara- Una cosa es presentar contigo las noticias, otra muy diferente es pasarme un jodido apocalipsis encerrada en un cuarto contigo. Estoy harta de verte mear en cubos… Y casi no queda comida ni bebida. Voy a salir. Tú… tú quédate aquí y muérete si quieres, Ralph.

Ralph debería haberse sentido ofendido, pero conocía de sobra el carácter de Victoria Griffing, la chica de las dos caras. Por un lado estaba la Victoria que presentaba el telediario, siempre a la hora de la comida. Una chica agradable y amable, siempre con una sonrisa en la boca. Pero eso era solo una máscara, la verdadera Victoria era una persona fría, ausente, e incluso desagradable. Aunque a más de uno, Ralph incluido, le daba cierto morbo esa forma de ser. Se acercó a ella y apoyó una mano en su trasero.

-¿Segura que no quieres quedarte conmigo? –dijo, su mano comenzó a moverse como si fuese la de un poseso.

Victoria se giró, rápidamente lo empujó.

-¡Saca tus jodidas manos de encima! El único que podría tocarme está muerto. Tú sólo eres una ración individual de supervivencia, un objeto para no volverme loca. Pero sinceramente, ya no soporto más nada de esto. Me largo de aquí, tú haz lo que quieras.

Ralph se la quedó mirando. Por un momento sus ojos destellaron de rabia, casi pareció a punto de hacer algo más, quizás golpearla, pero finalmente no hizo nada. Quizás porque sabía que la chica era de armas tomar y, probablemente, acabaría peor él. Caminó hasta un palo de golf que había allí. Lo observó con seriedad.

-Por fin voy a darle un uso a este estúpido regalo que me hizo mi mujer –dijo, por alguna razón sonrió con ironía- Está bien, salgamos fuera. Matemos a todos esos periodistas zombies.

Victoria lo ignoró por completo. Abrió la puerta, lentamente. A pesar de todo, su corazón comenzó a latir con fuerza, su respiración se agitó, y su estómago comenzó a dar síntomas de querer expulsar algo al exterior. Finalmente tragó saliva. Cuando la puerta estuvo lo suficientemente abierta, asomó la cabeza. No parecía haber peligro a la vista, por lo que terminó de abrir la puerta y salió al exterior, siempre con cuidado. No llevaba ningún arma encima, por lo que lo mejor era pasar desapercibida. Ralph salió detrás de ella, con su hierro preparado por si acaso.

Se encontraban en uno de los camerinos del edificio del Canal 4, el mismo edificio desde el cual se transmitían las noticias a diario, incluyendo esas extrañas noticias de hace pocos días dónde los muertos desaparecían, la gente mordía a otra gente y todo comenzó a ser un caos. Al principio parecía una broma. Y quizás al final fuese solo una broma, una broma perversa y cruel, pero todo iba muy en serio.

Para salir del edificio, debían atravesar un largo pasillo, bajar unas escaleras, recorrer otro pasillo y por fin estarían la puerta de salida. Al otro lado, un patio con un logo enorme de la cadena y luego otra puerta, esta vez de metal. Todo eso acompañado por una ligera pizca de muertos vivientes.

Siguieron caminando por ese pasillo. De momento no había rastro de caminantes. Pero eso iba a ser temporal. La última vez el edificio estaba lleno de esas cosas. Llegaron hasta las escaleras y comenzaron a bajar. Los tacones rojos de Victoria sonaron con fuerza, con eco, en cada escalón.

-¿Sabes? –dijo de pronto Ralph, que iba detrás de ella- A pesar de todo, me estás poniendo cachondo con ese vestidito apretado y esos tacones.

-¿Aún sigues vivo? –preguntó Victoria con tono sarcástico.

De pronto se detuvieron. Ruidos. Ruidos desagradables, y venían del pasillo del primer piso. Era un sonido similar al que hace una persona cuando está devorando un zanco de pollo, solo que multiplicado y más asqueroso. Terminaron de bajar las escaleras, siempre con cuidado, y fue cuando lo vieron. Un grupo de tres de esas cosas, agachados y devorando a un muerto. Victoria lo miró con frialdad, pero dentro de ella su estómago cada vez estaba peor. La carne y la sangre resbalaban por esas cosas. Y el olor… el olor fue lo peor.

Ralph no lo soportó más. Se inclinó y echó fuera la poca comida que había ingerido, además de otras cosas. Victoria se apartó como mejor pudo, librándose por los pelos de ser duchada con eso. Sin embargo, ese acto llamó la atención de los caminantes. Comenzaron a levantarse lentamente, para ponerse a andar hacia ellos, sin duda con no buenas intenciones. Victoria intentó escapar subiendo de nuevo las escaleras pero, gracias a una mala suerte increíble, en el piso de arriba había dos más de esas cosas. Ralph los observaba también, aterrorizado. Seguía teniendo el palo de golf en la mano.

-¡Vamos, reacciona! –le gritó Victoria- ¡Acaba con esas cosas! ¿No eras tan macho? ¿No te pone cachondo esto, o qué?

-Yo… yo… -comenzó a tartamudear el hombre.

Victoria lo fulminó con la mirada. Los caminantes cada vez estaban más cerca. Y fue entonces cuando se le ocurrió algo. Algo que quizás lamentaría más adelante, pero en ese mismo momento le daba bastante igual. Le arrebató el palo de las manos en un movimiento ligero. Ralph la miró y le hizo un gesto de afirmación, quizás sería mejor que ella atacase, parecía más valiente para esas cosas…

…sin embargo, ella no atacó a los caminantes. Sin dudarlo ni un solo segundo, golpeó con el hierro en las partes íntimas de Ralph, el cual se inclinó retorciéndose del dolor. Luego la miró, completamente pálido y asustado. Iba a decir algo, pero ella no le dio tiempo. Le dio un golpe fuerte en la cabeza con el palo. La sangre le salpicó a su propia cara. Ralph lanzó un grito desgarrador y a continuación cayó al suelo, de rodillas. Victoria se puso detrás de él y, con el mismo zapato de tacón que tanto le había excitado con anterioridad, le dio una patada y éste cayó rodando.

Los caminantes se acercaron a él, se agacharon y comenzaron a morderle. Ralph lanzó gritos de espanto, los cuales sonaron con fuerza. A pesar de todo, Victoria ya se estaba sintiendo culpable por lo ocurrido, pero no le importó tampoco demasiado. Era supervivencia, al fin y al cabo. Antes él que ella. Con el palo de golf aún en la mano, terminó de bajar las escaleras. Pasó por al lado de los caminantes. Por suerte no repararon en ella, estaban demasiado ocupados desgarrando la carne del hombre. Éste ya no gritaba, seguramente porque le acababan de arrancar la garganta.

Victoria corrió hacia la puerta. La abrió. El sol golpeó su rostro. Había más de esos ahí fuera, pero parecían bastante atontados. Corrió y corrió. La puerta de metal estaba abierta, seguramente de cuando escaparon (o lo intentaron) otras personas. Salió por allí. La calle estaba llena de podridos. Uno se acercó, por sorpresa. Victoria lanzó un grito, más de asombro que de otra cosa. Logró apartarse de él, levantó el hierro y golpeó con fuerza en su rival. La cabeza del caminante salió despedida, rodando por el suelo. A pesar de estar decapitado, seguía con vida. Victoria caminó hasta la cabeza y clavó el palo de golf en su frente. Lo dejó allí, como si fuese una bandera de victoria, al igual que su nombre.

Victoria, la mujer de rojo, empapada en sangre, siguió corriendo por las calles. No se arrepentía de nada…


“Todo ha cambiado. Ya no hay vestidos elegantes y colonias de marca caras. Ahora solo hay muerte, muertos y supervivientes. Yo voy a ser una de ese último grupo, aunque para ello tenga que acabar con todos los demás de mi propia especie, vivos o no”

1 comentario:

  1. Un personaje muy cabron. Demasiadas ansias de querer sobrevivir. Ansio la llegada del siguiente capitulo

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